La intuición no viene de serie en tu cámara


Siempre me resultó curioso comprobar cómo el salón más acogedor  de un sobrio hotel de cinco estrellas, al que estuve vinculado profesionalmente, era fotografiado siempre desde el mismo lugar. A lo largo de sus diferentes etapas, todos los fotógrafos que accedían al recinto, sin seguir ninguna directriz por parte de la dirección, y con total libertad, curiosamente elegían exactamente el mismo punto para realizar la toma. Había una predisposición para resolver el problema emplazando el trípode, aparentemente, en el único rincón posible. El resultado siempre era una imagen técnicamente bien resuelta, pero carente de la emotividad que aquellas paredes cargadas de historia, debían transmitir al que accedía a su interior por primera vez.

Y esa emotividad, esa particular sensibilidad para reflejar la atmósfera invisible que solo se descubre con la intuición, la captó el último de ellos. El único que se desplazó tres metros a la derecha del punto inicial elegido por todos, recogió el trípode y situó la cámara a la  altura de una silla. El punto de vista cambió por completo, el ángulo era diferente. Efectivamente era el mismo salón de siempre, pero con la luz, el encanto, la sobriedad y la atmosfera que los demás no supieron reflejar.

El cine nos tiene acostumbrados a la  escena de la chica que se baja del coche. Unos segundos intensos con una gran carga sensual. Un recorrido ascendente de la cámara, que comienza desde el momento en el que abre la puerta y finaliza cuando descubrimos al personaje.  Lo hemos visto en infinidad de películas. Es posible que a estas alturas ya no sorprenda, porque sabemos cómo acaba. Escenas monótonas sin interés. Con las fotografías pasa exactamente igual. Hay que huir de lo convencional buscando nuevos puntos de vista, de lo contrario el resultado final  se queda corto.

La fotografía de W. Eugene Smith quizá no es  la más representativa de las realizadas a lo largo de su carrera, pero es singular. La aspereza del blanco y negro no le quita ningún ápice de glamour a la mujer que desciende del coche. Que no se ve. Y precisamente ahí radica la originalidad de la toma. La sensualidad que proyecta sin verse. La magia que arropa la imagen por la acertada elección del punto de vista.

 Fuente: Google. es / Selección de imágenes de W. Eugene Smith

4 responses to this post.

  1. Posted by nkano on agosto 24, 2012 at 9:40 am

    Muchos somos, los que trabajamos con «la imagen» los que estamos muy agradecidos a la era digital, pero como dijo recientemente un gran profesional de la fotografía de moda J. Márquez: «me gustaría ver a todos esos nuevos que se dicen profesionales haciendo un reportaje de boda, por ejemplo, jugándosela en cada disparo con una analògica!»…

    Responder

    • Gracias por tu comentario, Néstor. Es cierto. Si «sabes ver» a través de la cámara, da exactamente igual la calidad de la misma. No por poseer un buen equipo, como algunos creen, ya garantizan la calidad de las fotografías. La intuición del fotógrafo es esencial y es la que predispone a realizar buenas tomas. Como bien sabes, es una búsqueda que tiene como objetivo captar lo que está delante de todos. Pero unos pocos lo ven, y solo alguno lo logra.

      Responder

  2. Posted by MONICA JARQUE BONDI on septiembre 6, 2012 at 8:18 am

    En mi opinión, la capacidad y habilidad para realizar un disparo que reúna una serie de características visibles e invisibles, radica en el hecho de ser un auténtico alquimista, extrayendo en un simple gesto la sensibilidad y magia que solamente capta el ojo de un ser humano excepcional, independientemente del tipo de cámara que ampare su obra. Muchas personas tienen la habilidad de manejar una situación que no es palpable, algo que escapa al resto de observadores, haciendo que surja una especie de diálogo inteligible e inexplicable para la gran mayoría de personas, y sin embargo, una parte de dicho diálogo es la intuición de la que hablas, Esteban.
    En cada uno de los disparos maestros se reúnen tantas y tantas características que hacen único tanto al artista como a la obra en sí misma. Es un tema muy interesante, desde luego. Yo diría que cada uno de los infinitos detalles que componen el resultado final están directamente ligados al modo de observar la realidad y reúnen la mágica concepción que de la misma tiene el genio que está ubicado tras el objetivo; solamente se intuye algo que se siente, y sin sentir al observar, no puede crearse una situación glamourosa ni mágica, y al contrario, cuando el genio está cargado de sensibilidad, es capaz de inspirar mucho más que algo palpable y real, porque sus fotografías escapan de la monotonía de una serie cualquiera, constituyendo verdaderas perlas ocultas en un fondo tan sublime como el marino… simplemente azul, para muchos.

    Responder

Replica a estebanferraz Cancelar la respuesta