Si la cara es el espejo del alma, no sé de qué pueden ser reflejo estos pies. Lo serán de una sociedad desarraigada que discrimina, protege al que más tiene y oprime al marginado. No es nada nuevo. Víctor Jara lo llevó a las letras de sus canciones y así le fue. Sebastiao Salgado lo lleva a una fotografía y así le va. Plasma la pura y tosca realidad para reflexión de los incivilizados occidentales. Sí, los que podemos hacer tres comidas al día sin preocupaciones. Y al contemplar la imagen nos deprimimos el tiempo justo, porque nos esperan otros quehaceres. Ya se ocuparán de ellos los misioneros. Los que no ridiculiza Wyoming en su programa, porque para eso ya tiene a Benedicto XVI. La fotografía es de una aspereza inusual. El blanco y negro es tan corrosivo como las vidas de sus protagonistas. Te corta el aliento solo con mirarla. Y la herida no es de las que cicatrizan fácilmente. No sé cuáles han sido los caminos andados y los desandados, pero es como si miraras el retrato de Dorian Gray o, mejor dicho, sus pies.
Creo que el camino del poema de Antonio Machado habría transcurrido por ciénagas, minas de carbón o los basureros de Calcuta si se hubiese inspirado contemplando esta triste instantánea. Si el camino se hace al andar será por castigo. Abriendo pistas y cargando sacos de piedras. Errar sin edad para razonar y sin rumbo alguno. Qué crueldad. Cada dedo es el notario de una vida mísera. El fragmento de una precaria existencia. Un pasaporte hacia la explotación y el olvido. Si tuviera que ponerle música elegiría el misticismo de Lisa Gerrard. Pura poesía que brota desde el rincón más periférico del alma. Un alma que gime desterrada del cuerpo. A la fuerza. Un destierro al sol como si estuviera entre dunas y aulagas majoreras. Lo mismo que vivió Miguel de Unamuno.
Solo el fotógrafo sabe si los párpados, las mejillas y los labios ocultos hacen juego con las cicatrices cubiertas por las costras hediondas. Se acaba un año. Se va un fragmento más de existencia. Si miramos nuestros pies veremos solo los zapatos, pero ni rastro de los pasos. Están repartidos entre mundanos trayectos. Vacíos, como muchos proyectos de vida. Y nadie tendrá interés por saber qué fue de los pasos perdidos de tantos inocentes que no aparecen en las fotografías. Un año más el cava y las uvas eclipsarán todo lo trascendente.
Origen de la imagen: http://eldiapason.wordpress.com/2009/10/09/sebastiao-salgado-el-hombre-que-inmortaliza-olvidos/
Autor: Sebastiao Salgado