No voy a entrar a juzgar la campaña de Bankia como publicitario porque en esta ocasión no es mi propósito. Pero me da vergüenza que una vez más se utilice un concepto tan roído en la comunicación de las entidades bancarias como apelar al esfuerzo común y solidario de todos. Y lo peor es que viene de Bankia. Este reloj está estropeado, no se le puede dar cuerda. Hay que cambiar alguna pieza para que funcione bien. ¿No se dan cuenta? ¿Nos quieren tomar el pelo por segunda vez con un mensaje descafeinado? ¡Y no se cortan un pelo! Pensarán que los ciudadanos somos tontos que nos lo tragamos todo. ¡Ya está bien! Se equivocan, sobre todo después del engaño de las preferentes y el perjuicio que le están ocasionando a tantas familias de ahorradores que confiaron en ellos. Digo que no voy a entrar como publicitario y opinar sobre la creatividad de la campaña pero sí en la poca veracidad del contenido porque me afecta como consumidor.
Me preocupa que a estas alturas la credibilidad de las acciones publicitarias se siga cuestionando porque, en muchos casos, responden a intereses oscuros o, al menos, nada claros para los ciudadanos. Que las sonrisas de la tele contrastan con las caras aburridas que luego te encuentras en las oficinas. Que la imagen global de una corporación cada empleado la entiende como le conviene. Porque el futuro de la publicidad puede que sea online y esté en las redes sociales, pero los canales de televisión siguen masificando sus programaciones con una gigantesca cantidad de anuncios que cansan, casi nadie recuerda las marcas o se ignoran deliberadamente porque cambias de canal y apagas el televisor por puro aburrimiento.
Además ya es una costumbre que los sobrios presentadores de programas de debates actúen como prescriptores y “vendan” de la forma más lacónica, aburrida y poco creíble desde detectores de radares hasta vinos sin excluir algún que otro seguro. Y lo hacen desconsideradamente, parando en seco alguna intervención interesante. Parecen autómatas contando algo que les han impuesto. Y algunos lo hacen con una gran indiferencia como si fuera “un mal necesario”. Esta profesión tiene que dar un giro hacia la máxima credibilidad, de lo contrario nos vamos a perjudicar todos. Seas diseñador, ilustrador, copy, realizador…¡todos! A ver si tiene razón Jacques Seguela con el título de su libro: «No le digas a mi madre que trabajo en publicidad, ella piensa que soy pianista en un burdel».
Origen de la imagen: http://talent.adweek.com/gallery/es-el-momento-de-dar-cuerda/7971299